martes, 18 de septiembre de 2007

Un Lunes en Cordillera Blanca



18/09/2007
Ahora me encuentro en Lima esperando que llegue la noche para coger el avión camino de Chile, dónde cogeré otro que me llevará a Madrid. No quería marcharme de este lindo país de grandes personas, sin conocer la Cordillera Blanca en el departamento de Ancash. Llegué el Jueves a Huaraz con el ánimo duditativo sobre si tomarme los días en plan relax por los pueblos o hacer algunos treks. Al final he hecho un poco de ambas cosas que no se si tendré ganas de contar (lo siento, estoy perro) , pero al menos quiero hablar de lo que hice ayer. Y quiero contarlo porque me sentí muy orgulloso (sí que paisa) porque consegui subir yo sólo y en un sólo día, a un pico por encima de los 5000. Hace 15 días desde que subí el volcán Chachani de 6075 metros, que físicamente fué demoledor, pero que por tratarse de una subida en plan expedición con guía, campamento base,etc, es completamente distinto a correr uno sólo con el riesgo. Y sobre todo quiero poner fotos porque merece la pena conocer la clase de picos nevados hasta arriba y afilados hasta el límite que por aqui se gastan. Paisajes que te dejan con la boca abierta.

El Domingo por la tarde cuando regresé de Caraz me estuve informando en la única agencia que ví abierta, sobre como podía hacer por mi cuenta el trekking de la laguna Churup. Con el mapa que me dieron en la oficina de turismo y esas indicaciones sería suficiente, creo. Entonces el Lunes by the morning prontito, a las 7 estaba buscando el paradero de combis (fragonetas) que salen hacia la aldea de Llupa. Tardó media hora en llenarse la combi con las mamitas y las maestras de escuela, encantadoras todas ellas, que subian a la montaña a hacer su labor. La laguna Churup supongo que toma su nombre de la homonima montaña, un pico de esos casi verticales, que sigue la forma de pared de otros varios en la Cordillera Blanca, cómo el Alpamallo. El sendero a la laguna sale de Pitec, que no es más que un puerto sin apenas 2 casas. Pero la combi no llegaba hasta Pitec, asíque cuando iba yo medio amodorrado, con la escucha puesta en la conversación de las maestras que iban a mi lado, oí voces el más acá que decían que el gringo se tenía que bajar allí. Me indicaron donde empezaba el sendero para seguir caminando hasta Pitec.

Suerte tuve que justo al bajar había detras un taxi cuyo chofer me estaba ofreciendo subirme a Pitec. Me hice el estrecho por momentos, porque me habían dicho que los taxis cobraban 10 euros para llevarte, pero cuando me mostro los cinco lobitos me pareció estupendo evitarme la subida sólo por 5 soles. La copilota era amiga del chofer, una mujer de Lima que pronto se mostró simpatica y con ganas de hablar. He de reconocer que muchas veces, y sobre todo por las mañanas no sé estar a la altura de la cordialidad, la amabilidad y la camaradería que ofrece esta gente vayas donde vayas y estes donde estes en el Peru. Y especialmente cuando dices que eres de España, raro es el que no se sonría e interesado desee seguir conversando amigablemente. La mujer quería ir a España a estudiar un master y me preguntaba por referencias que no supe darle. El siempre sonriente chofer resultó ser tambien guía turistico, y me contaba que otros españoles en el hostal que regenta, le prepararon un día una tortilla de patata.

Llegamos a Pítec y como ellos tienen ganas por empezar a andar, yo me quedo un rato remoloneando mientras fumo un cigarro. Con tan mala suerte que al rato llega el guardaparque en su moto y me hace inscribirme en la lista del día y pagarle los 5 soles de entrada al parque por un día. Me pongo a caminar por el sendero, que cómo me indicaron va subiendo por una especia de cresta. Al poco rato alcanzo al par de dos que estan sentados al sol mañanero. Me dicen 'hum, hum, caminas rapido eh', y yo digo 'hum, hum, no será para tanto'. El caso es que como este escrito no pretende ocultar mí vanidad diré que desde que empecé a andar me sentí fuerte ese día. El guía me dice que si quiero cuando llegue a la laguna podría seguir subiendo hasta ese pico que se ve allí que no tiene nieve. Detrás, dice, se puede bajar a la otra quebrada (valle) y volver por ella a coger el carro. Me despido de ellos y continuo subiendo y contemplando el paisaje que pronto deja de ser tan estapario, para adquirir más tonos verdes de árboles y plantas que hasta ahora nunca había visto. Aquí se ven unas especies de plantas tirando a cactús que resultan bastantes raras. Pronto el sendero se corta en un lugar dónde hay una pequeña trepada sobre las rocas. Luego el camino se empina un poco más y se bifurca en varias opciones de las cuales tomo la que coge altura más rápidamente. Llegado a un punto me doy cuenta de que he dejado atrás la trocha que lleva a laguna, e intento rectificar en línea recta a través de los matorrales. Llego a una gran roca dónde descanso a comer algo y desde donde se ve la laguna Churup y a mi izquierda el picacho al que se me ha antojado subir. Abajo veo llegar a los dos peruanos y nos gritamos para despedimos.

La subida a ese pico que más tarde sabre que se llama Punta Calvario duró una hora y medio que a mí se me pasó volando. Quizas porque sabía que el tiempo era escaso para subir y luego bajar, eran ya casi las doce del medio día. Lo primero que me encontré fue otra laguna medio seca y llena de plantas acuaticas que no invitaban a darse un baño. Lo que vino después se puede resumir en: mucha fatiga al respirar, el ritmo cardiaco acelerado, subida y más subida en sobre un paisaje de pura piedra. Desde un balcón natural pude ver una nueva laguna que ahora quedaba a mi altura y que era la que queda más cerca del nevado Churup.

En un momento determinado llegue al inicio de la última rampa y viendo la altura que ya había cogido desde que salí de la laguna Churup y los hitos sobre la cumbre del picacho, supe que pronto iba a llegar. Desde la cumbre la vista era tan impresionante cómo se puede ver en las fotos: rodeado de nevados de más de 5.500 metros de formas caprichosas, glaciares aquí y allá y a los pies de estos lagunas color turquesa.



Desde el momento que empecé el descenso podía ver allá abajo muy lejos el puntito blanco que equivalia a saber que el taxi aún no se había ido y por lo tanto podía llegar a tiempo para evitarme un pateo extra. A pesar de la inclinación el tipo de roca ayuda a que se peguen mis pies y bajar todo lo rápido que pueda. Intuyendo la bajada más directa me voy guiando para evitar meterme en una canal demasiado empinada que me obligue a dar la vuelta. Vuelvo a pasar de nuevo por la laguna medio seca y en seguida veo que el coche sigue ahí.

Ahora sí mís rodillas y tobillos empiezan a flaquear según continuo bajando. Al rato me cruzo con un colombiano que viene sólo a pasar la noche y le animo a que también suba a Punta Calvario. Al poco de descender el tramo de trepada en roca me percato de que el coche se está yendo. Se ha ido. En principio no pasa nada salvo que cuando llegue a Llupa no consiga ninguna combi para bajar a Huaraz. En ese sí tendría un problema porque al día siguiente sale mi avión de Lima. Al llegar a Pítec pregunto a una mamita que pastorea unas ovejas por el camino a Llupa. Camino bonito que pronto se hace sombrío por los árboles a su lado y por el que voy cruzando junto a casas medio derruidas. Unos niños me "asaltan" pidiendome pancito, yo les doy las galletas que me han sobrado y me despiden con un fuerte "Gracias".



El río discurre un poco más abajo en el valle y paralelo a mi recorrido. Cuando llego a Llupa la señora de la tienda dónde compro la deseada Coca-cola me dice que la combi esta a punto de llegar. Así es, en seguida aparece la furgonetilla, hoy dormiré en ese hostal de Huaraz.

martes, 11 de septiembre de 2007

La ciudad que me atrapó

El pasado Domingo 19 de Agosto tomé un autobus camino de Lima que me acercaba al aeropuerto dónde saldría mi vuelo de regreso a España. Ese bus me acercaba al lugar dónde siempre he vivido, a las mismas calles y a las mismas rutinas. Ese bus me alejaba de todo lo vivido en dos meses, me invitaba a borrar sensaciones e imágenes, me negaba ya aventuras y proyectos para esta tierra, me privaba de algo muy bonito aquí encontrado. Por todo ello y gracias al ánimo de algunas personas decidí romper las reglas impuestas en forma de fecha de regreso de un billete de avión. Decidí dar la vuelta de nuevo al reloj de arena de la aventura, de lo que aún está por conocer. Tomé una de esas decisiones alocadas que tan pocas veces se toman en la vida cuando precisamente son las más sanas para el alma. En definitiva, opté por seguir viviendo un poco más lo que el corazón me impedía dejar 'invivido'. Y dos días después volví a coger otro autobús de 14 horas, ahí es ná, cargado de dudas que ya eran menos que cuando hicé el trayecto opuesto. Por eso, ahora que estoy aquí de nuevo en este lugar tan especial, me gustaría contar lo que se vive en Arequipa.


Ésta ciudad es un lugar dónde uno llega a olvidarse de que existe la lluvia y cuando llevas aquí más de 15 días te pienas acreedor con derecho pleno a días soleados eternamente. A 2363 metros de altura, es una ciudad mediana de viviendas mayoritariamente de dos niveles, extendidas por una inmensa pampa que baja desde las faldas del volcán Misti (5822). Más abajo y saliendo de la ciudad existe una gran cantidad de vegas agricolas que completan con el verde intenso la paleta cromática del lugar. De aquí salen gran cantidad de frutas y verduras que son consumidas en el resto del Perú. Y eso, cómo ocurre en Almería, a pesar de ser una región en su mayoría casi desertica.

Arequipa tiene un centro con una preciosa plaza de Armas (plaza mayor) franqueada de arcos, jardines y palmeras y una catedral bastante armoniosa con dos torres gemelas que también una vez fueron destruidas... por un terremeto, porque de otra forma en este lugar nadie pretendería hacerlo. En ése centro yo me siento agusto, se puede caminar por sus calles sin agobios y el tráfico es razonable. Hasta los Domingos, nunca faltan tiendas abiertas dónde encontrar lo que necesitas, cafeterías modernas o más añejas, restaurants de pollo asado, comida china al estilo peruano (chifa), terrazas para turistas dónde casi siempre algún artista canta y hasta lugares de comida árabe. Sí, es curioso que en el cruce más bullicioso de ese centro, donde se agolpan los bares de copas que los jovenes y turistas llenan de Jueves a Domingo, en ese punto puedes encontrar sitios con nombres cómo Fez, Istambul o el Turco. Hay un café que a mi me ha molado bastante, que se llama café Montreal, dónde puedes ir a tomar un té o una cerveza comodamente sentado a la vez que en el escenario el grupo de turno muestra su estilo al versionar clásicos del rock y del pop. Ah sí, y otro espacio que también me cautivó en una de esas noches de las variadas que he vivido aquí, que es la terraza del Forum, un karaoke lounge dónde la oscuridad ayuda a cantar aunque lo hagas mal, sentado en un sofa de cuero y que al ser completamente acristalado permite ver de noche, y desde la altura, la catedral y la iglesia de San Francisco iluminadas.


Dejando a un lado la catedral de Arequipa, en el centro podemos encontrar otro puñado de preciosas iglesias y otros edificios religiosos con mucha historia a sus espaldas. He de aclarar antes que gran parte de su lustrosa arquitectura, la ciudad se lo debe a la piedra llamada 'sillar', que proviene de los volcanes que circundan la ciudad. Ésta piedra blanca es relativamente fácil de esculpir para conseguir resultados asombrosos y no hay una bóveda, pared, patio y friso de los edificios del centro que no esté hecho en este material. Por eso es una gozada pasear por la calle de Santa Catalina y asomarse en cada una de los altos portones de madera para ver esos patios que esconden fuentes, jardines, muros pintados de azul o crema y puertas enrrejadas que a su vez llevan a otras estancias. Y siempre visibles los grandes bloques de esta piedra tan señorial que hace de todo el centro un verdadero conjunto monumental. Iglesia de San Agustin, San Francisco, Santo Domingo y una joya, suerte de mini ciudad dentro de otra ciudad, que es el monasterio de Santa Catalina.

Saliendo de ese centro ciudad nos movemos hacia la tranquilidad de otros distritos de anchas avenidas y otras no tan anchas. La configuración de estos distritos suele estar compuesta de urbanizaciones dónde se agrupan casas tipo chalet de dos plantas, con un pequeño jardin. Éstas urbanizaciones tienen una alta vaya con pinchos, y una puerta que a las 11 de la noche son cerradas por los vigilantes de seguridad para evitar las rondas de choros. En esos distritos, tales como Cayma, Bustamante y Rivero, Paucarpata, Cerro Colorado, etc, es fácil encontrar parques y zonas verdes cuyo cuidado esta asignado a una y varias personas que lo mantienen cómo si fuera propio. Puede ser que quizas me guste tanto esta ciudad porque en sus zonas verdes hay palmeras. En uno de esos barrios, y en una de esas urbanizaciones que se llama 'La Colonial' es dónde llevo viviendo más de un mes. Cerca está el 'reservorio de Guardia Civil', algo que tarde en saber que era tras varios días sin ver por ningún lado un cuartel de la benemérita. En la casa de la señora María Elena está la oficina de la ong CIESCU, que pertenece al señor José. Por esa oficina o por el piso de arriba, dónde viven ellos, tambíen se puede ver el 'careto' a Edith, la chicaparatodo, Chavelita la hija de María Elena, Davis y Jerenie hijos de José, el gato Tasmanio y el anciano perro Blanco. Un día se sintieron profundamente agradecidos porque intenté prepararles una paella, lo que es nada comparado a toda la hospitalidad que ellos me han brindado.

En esas tranquiles calles y avenidas de esos soleados barrios hay tiendas de ultramarinos, que aquí se llaman 'abarrotes', hay más restaurantes de pollo asado y chifa que abren a la noche, y retaurantes de almuerzo a 3 soles (0,75 euros). Almuerzos ricos y siempre distintos a base de mucha imaginación, mucho arroz, papa, choclo y zapallo, poquita carne y mucha chicha (el refresco de fermento de maíz entra en el precio). Los distritos tienen sus propios alcaldes independientes y organizan sus propias fiestas de aniversario (hasta las urbanizaciones tienen las suyas). Hace dos domingos tuve la suerte de ver una de las actividades más tradicionales de la región: las peleas de toros. Sentados desde las gradas de un campo de fútbol veíamos a los toros, azuzados por sus dueños, enzarzarse en pleitos a base de cornamenta, cuando no salía uno de ellos corriendo a la primera de cambio. Al más puro estilo far-west los jueces de la competición vestían camisa blanca y pantalón negro, sombreo de vaqueros. He de aclarar que no se porqué influencia ni motivo (quizas porque los paisajes de cáctus y desierto recuerdan a las pelis de vaqueros), esa indumentaria de sombrero tejano es la más tradicional de Arequipa. Pero también cerca de dónde yo vivo un 'coliseo de gallos', dónde se organizan sangrientas peleas de gallos.

Una de las actividades a la que con mayor gozo he dedicado mi tiempo aquí es a los paseos en autobuses combi. No, no penseis que me he aburrido más de la cuenta, aunque a veces ha sido así. Para mí subir en uno de estos buses o furgonetas es una pequeña aventura. Por un lado por la velocidad a la que con bastante pericia, los conductores mueven estos viejos cacharros usados traidos del japón. Aquí hay mucho cruce de calles y avenidas, pocos semaforos y menos aún conductores que los respeten. Por ello, se impera la ley de meter el morro poco a poco hasta que el otro frene y te deje paso. La competencia entre compañias de autobús es brutal, hasta el punto de que hay empleados en las calles cuya única misión es informar de los minutos desde que pasó el bus de la competencia. Entonces ir en bus no es sólo eso, es también estar metido en una carrera frenetica por la clientela, dónde las combis se pitan (cualquier sirena esta permitida), se empujan e intimidan, intentandose abrir hueco para recoger antes a los pasajeros. Las paradas de autobús no se respetan, entonces uno puede subirse y bajarse en cualquier lugar a la voz de 'baja esquina!', que el mozo recoge y retransmite al conductor a mayor grito pelao al conductor. Entre los variados cometidos del mozo están los de abrir la puerta, ir gritando a los biandantes la ruta que sigue esa línea, ayudar a subir y bajar a personas y bultos, cobrar pasajes e informar al conductor de cuando debe parar para recoger pasajeros. No hay un sistema coherente de numeración o nombrado y los buses se identifican por cómo están pintadas. Además, no hay obligación de pagar al entrar al autobús, tu te sientas tranquilamente, pero por alguna ciencia infusa el mozo sabe quien queda por pagar y quien no, y si intentas bajar sin pagar casi siempre te van a pillar. Pero lo mejor, lo que hace más divertido éstas rutas del barrio al centro y viceversa es la música que nunca falta en los combis. Llevan casi siempre un buen equipo de música con bafles de buen tamaño que hacen sonar sea cual sea la hora del día. Yo en los buses he disfrutados de clásicos de la salsa cómo Pedro Navajas y el 'he mojado mís sábanas blancas', exitos recientes de la cumbia cómo el 'me enamore de ti y que' y cosas más movidas cómo 'la culebritica'. He de decir que los exitos del verano de aquí (bueno del invierno) son bastantes buenos y pegadizos, casi todos a ritmo de cumbía o salsa (el boom del reggeaton esta decayendo). Con todo ellos, ésos paseos en ésos buses combis son lugares y momentos explendidos para soñar, sólo o con alguien más.

Pero además del bullicio callejero que un habitante de urbe siempre agradece, Arequipa tiene lugares tranquilos dónde dedicarse a la contemplación. Es una de esas ciudades afortunadas de tener un caudaloso río (el Chili) que la parte en dos, obligando antaño a construir puentes que con el tiempo se convierten en lugares entrañables para observar el paso del tiempo y la vida. Puente Grau es un bonito puente de piedra junto a un parque de verde cesped, y más allá hay otro parque aún más grande y con mejor vista que se llama Selva Alegre. Río abajo, Puente el Fierro es un largo puente de estrucutra de hierro que une de nuevo las dos partes de la ciudad sobre verde campiña y sembrado. Otro de ésos lugares favoritos es el barrio de Yanahura, dónde aún se conservan calles enteras de casas hechas con sillar y mansiones coloniales. Yanahuara es conocido sobre todo por su mirador, desde el que se ven mejor los tres volcanes (Misti, Chachani y Pichu Pichu), y junto al que hay una preciosa iglesia con uno de esos frisos con cientos de tallas en sillar, y un parque celosamente cuidado dónde las palmeras aportan la sombra para echarse una siesta. Es una suerte que aquí haya lugares cómo éste, o cómo la propia plaza de armas, dónde uno puede sentarse una tarde y pasar la tarde contemplando las palomas y las gentes, y charlar un rato con los compañeros de banco, porque aquí si se estila aún esa costumbre.

sábado, 1 de septiembre de 2007

El último beso

El ultimo beso, ese beso traicionero que cuando es dado nos pilla desprevenidos, cansados, derrotados. ese beso que nunca se anuncia como el último y que luego intenta ser recordado y en su traición no se deja recordar porque se dió sin convencimiento. cuando diste ese ultimo beso creiste que habría muchos más y no temiste que el amor se acababa. quizas el otro sí sabia que era el último y por eso lo sentiste un beso débil. quizas la otra pensaba liquidar ese amor y no quiso darte un beso inolvidable ... quien lo sabe.
ese último beso se da con prisa en una estación justo cuando parte el autobús, o después de una noche juntos cuando el taxista espera que alguno baje del taxi. estas pensando en ese problema que habeis hablado y jamás piensas que ese problema hará de sí mismo el último problema. y jamás piensas que debieras dejar de pensar en ello porque estas besando por ultima vez esos labios. y jamas piensas que debieras despedirte con los cinco sentidos de esos tus ojos del alma, a tan corta distancia.
pero pasan los días y ese traicionero beso sigue sin dejarse recordar. conoces el lugar y hasta la hora en que ocurrió, pero te culpas por no haber grabado en la sensación de ese momento intimo final. pero no te mortifiques porque esta escrito: si hoy pudieras volver a sentir ese beso cómo intenso, si pudieras recordar sus ojos en ese momento regalando todo su amor, entonces sabrías que el último beso aún estaría por llegar.
y por último queda la duda de si hubieras podido cambiar el destino, la duda de si es verdad que el amor mueve montañas. la duda de si por arte de magia hubieras podido prolongar ese amor si hubieras dado ese aquel beso con todo sentido y pasión... más nunca lo sabras. por eso, amigo cuando beses, hazlo cómo si fuera la última vez.