martes, 14 de agosto de 2007

La bajada más peligrosa a Coroico

El último día del mes de Julio debía estar a las 6:45 en una de las multiples agencias de viaje de la calle Sagarnaga de La Paz. Entre los más madrugadores está un australiano con rastas que por las pintas que lleva parece que controla de descenso en bici de montaña. Cómo en cada tour mañanero vamos ocupando la furgoneta, silenciosamente al principio porque nadie se conoce, cómo si fueramos purito ganado transportado. Yo me pongo delante con la señora guía y el conductor. Comenzamos la subida hacia el puerto que una vez coronado permite emprender la interminable bajada hasta Coroico, más de 60 kilometros que salvan 3600 metros de desnivel. Joven es el conductor que justo al cruzar el puerto coge unas hojas de coca y las va soltando al viento por la ventanilla a modo de ritual, para después santiguarse. Aquí he aprendido que esa fusión de doctrinas religiosas precoloniales con doctrinas catolicas se llama sincretismo. Al instante comienza a pisar el acelerador carretera abajo y descubro que ese ritual busca protegerse ante la fama de peligro que ostenta esta carretera y paradojicamente también ante su propia temeridad en su forma de conducir.

Una vez parados a un lado de la carretera para prepararnos y ponernos el disfraz de expertos en descenso de bicicleta, veo cómo otros carros bajan el puerto a tope de velocidad llevando al límite el riesgo al tomar las curvas. Me hago unas fotos con dos chicas turcas que también vienen en el grupo y al rato comenzamos la bajada, primero por asfalto. Los autobuses no bajan muy rápido y cogemos suficiente velocidad cómo para adelantarles. A no muchos metros de altura nos observan los picos nevados. Éste es un día en el que comenzamos forrados de ropa para no helarnos al principio y dónde acabaremos en bermudas y manga corta cuando estemos abajo a pleno sol de medio día. Yo con mis 84 kilos cojo velocidad sin problema y tengo que ir frenando para no adelantar al guía que va delante que es pequeñajo y delgadito. Llegamos al punto dónde comienza la reserva de Coroico y dónde nos hacen pagar la entrada. Por lo menos los de la agencia nos van atiborrando de galletas, zumos, platanos, calorías que desde luego hoy no vamos a quemar si seguimos sólo bajando. Conozco a Karine, canadiense de Quebec y que habla bastante bien español con acento afrancesado. Nos asomamos a una escuela dónde los niñitos están aprendiendo a hacer ruido con los instrumentos.

Continuamos ahora subidos en las furgonetas y al poco cogemos el desvio donde empieza verdaderamente la antigua carretera, de tierra, famosa por la cantidad de gente que ha muerto en accidentes de tráfico. Se trata de una pista de tierra con pésimo firme, tan estrecha que sólo permite el paso de un camión y que en muchos lugares surca precipicios de vértigo. Hace un año fue cerrada al transporte motorizado, y antes lo que sucedia en el mejor de los casos cuando dos caminoes se encontraban de frente era que tenían que retroceder marcha atrás hasta una curva con un poquito más de espacio para poder cruzarse.
El intrepido australiano empieza a hacer de las suyas bajando a toda caña y de paso me enseña cómo hay que tumbar la bici para tomar mejor las curvas. Es realmente divertida la bajada aunque yo prefiero no ir muy rápido y tomar fotos del increible paisaje que cada vez se va tornando más selvático. En una de las paradas para tomar el 'refrigerio' hay una placa en hebreo que el isrraelí del grupo nos traduce: hace unos años un turista isrraelí se despeño haciendo lo mismo que nosotros.
Entonces la guía me cuenta que no ha sido el único isrraelí que se ha quedado aquí por no medir los riesgos de la bicicleta en un lugar cómo éste. Al rato veo a Karine tirada en el suelo recién caída y un kilometro abajo yo también derrapo en una curva y doy con los huesos en el polvo. No ha sido nada pero me doy cuenta que me podía haber cargado la cámara de fotos así que se la doy a uno de los conductores de los carros de apoyo.
En otra curva la chatarra de un camión destrozado permanece en la cuneta cómo un monumento ocasional en recuerdo de todos aquellos que terminaron precipicio abajo. Llegamos por fin abajo y nos tomamos unas cervezas. Las chicas turcas me cuentan su periplo viajero.
Camino de Coroico Karine me va contando que está en Lima haciendo unas prácticas, es biologa y con el rollo de los masters y prácticas ha podido estar en la isla Reunión, en Mauricio, otros sitios de Africa, Brasil, etc. Debe ser por eso que esta mujer no para ni un momento de sonreir. Luego hablando con el isrraelí me doy cuenta es el mismo isrraelí pero sin barba que iba en el bus camino de Copacabana. Nos llevan a un hotel de cabañitas de madera con piscina y una vista buenísima del valle. En la comida el australiano y su novia mexicana nos cuentan cómo se conocieron en un viaje por europa y que ahora él vive en Chile y ella en Australia.
Sin casi nada de tiempo ni para bañarnos en la piscina empezamos a retornar hacia la Paz. La subida es larguisima y éstos de la agencia parece que tiene prisa. Tanto és que el conductor se pone a adelantar en una curva y justo antes de entrar a un túnel. El carro parece que no tiene fuerza y por un momento nos quedamos a la par con el otro bus y miro hacia ese túnel esperando que no aparezca nadie de frente porque aquí no hay escapatoria. Uff, ha habido suerte, pero sin poder controlarme me pongo a ladrarle al conductor intentando hacerle entender que su juego puede llevarle cualquier día a una columna de un períodico cómo tantos otros. Increiblemente él y la guía argumentan diciendo que aquí todo el mundo conduce así. Desde luego, le digo, que no ponga en riesgo la vida de otras personas, más aún si hemos pagado 40 dólares por ello.
Ya en la Paz voy con la canadiense y una de las turcas a la estación de buses a comprar billetes y luego cenamos en un restaurante árabe dónde el sueño a duras penas nos deja disfrutar de los manjares que nos han servido.

jueves, 9 de agosto de 2007

La Paz

Ya es hora de continuar con el relato de esos días que me paseé por Bolivia. Ese Domingo de finales de Julio amanecí en Copacabana con díficultades para respirar debido a la altitud. El lago Titícaca se encuentra a unos 3800 y sentía una opresión en el pecho bastante incómoda que me obligaba a esforzarme para llenar los pulmones. Me despido de la chica de la agencia dónde compre el billete de bus a La Paz, que muy simpática, me lleva hasta el bus cómo si temiera que me quedara en tierra. El bus sigue tomando altura y pronto vemos nieve en las cunetas. Llegamos a un pueblo dónde el autobus se detiene frente a la orilla de una extensión de agua que a unos 500 metros deja ver de nuevo la otra orilla. Cómo la cosa más natural, la gente se va bajando sin que nadie diga ni mu y se van acercando al embarcadero. A los más despistados el conductor nos dice que hagamos lo mismo y cuando el bus queda vacío comienza a acercarlo a una de las barcazas para embarcar y cruzar este estrecho que separa el Titicaca del WiñayMarca. En la lancha un paisano, de curiosidad mañananera, me interroga sobre mí vida, estado civil, profesión y milagros, y dice que él pronto va a ir a trabajar a España. Yo le cuento que no esta fácil emigrar ahora a mí querido país, que por allí nos gusta más darle emoción y ponerselo díficil a los que ya de por sí lo tienen negro allá dónde nacieron y piensan con criterio que sería mejor compartir la tajada del bienestar. En la otra orilla por fin conozco a la pareja alemán-chilena sobre cuyo futuro la otra noche conjeturaba negativamente mientras cenaba, y que viajan en el mismo bus. Les pregunto si ellos no sienten la misma falta de aire al respirar y me sugieren que mastique coca. Claro! cómo se me habia olvidado? yo hecho polvo por mal de altura y ni he caido en comprar coca. Me dan unas cuantas hojas con demostración incluida de cómo tomarlo. A este lado del lago el paisaje no varia mucho respecto de la orilla peruana: pampa árida de peñascos sueltos aqui y alla, de vez en cuando atravesamos núcleos poblados y de fondo asoman cada vez más cerca e imponentes Huayna Potosí e Illimani.
Muchos son los que esperan coger un carro en la cuenta a lo largo del camino y pocos los elegidos, el chofer con el bus casi repleto sólo para a recoger a afortunados según su arbitrario alvedrio.
Llegamos a la Paz y lo primero que nos encontramos antes de dejar el bus es la ciudad de El Alto que comenzó a crecer aceleradamente arriba en el altiplano, a continuación de La Paz cuando el valle que ésta puebla se lleno de viviendas hasta rebosar, hasta convertirse hoy en un manto de precarias casas y calles mal urbanizadas, dónde los colapsos de coches son cotidianeidad. En uno de ellos nos metimos en ese Domingo de mercadillo, y una vez dentro la lucha de cada coche y microbús es feroz por ganar centrimetros a cada oponente. Una mujer se baja de una furgo y se planta delante de otra en actitud amenazante, dispuesta a impedirle el paso y que así pueda pasar el carro en el que ella va. Ahora sí que el Illimani, vecino de arriba de la Paz, se cuela en cada calle, pavoneandose de sus 6400 metros.
El bus nos deja en la zona del cementerio y allí mismo cojo un taxi que me lleva por ese puzzle incoherente de calles catastroficamente planeadas. Aprovecho para que el taxista me haga de libro de guía, que de aqui no tengo, y me cuente todos los lugares a dónde puedo ir. Me entero que existe un lugar cercano llamado Coroico, a donde se llega despues de bajar un largo puerto y da lugar a la selva, y que me empieza a seducir. Despues comienzo el peregrinar por los hostales cercanos a la calle Sagarnaga buscando barato, bonito y con televisión por cable, que tengo mono de noticias de España. El sitio es el Palacio del Inka. Tambien me pongo a recorrer agencias, de ésas que hay identiquitas alla dónde los turistas vamos, con collages de letras grandes a color y fotos para anunciar las 4 o 5 opciones de los tours estrella de la zona. En La Paz lo que más se vende es subir a Chacaltaya (5421 metros) + ir al valle de la Luna, todo en un sólo día y por unos 6 euros. No me convence mucho pero tomo el tour y así tengo un día para enterarme si merece la pena bajar a Coroico. Porque me entero que Coroico es ese lugar a donde se llega con ese archifamoso tour en bici de descenso por la 'carretera más peligrosa del mundo', del que ya me habían hablado y que no entraba en mís planes hacer. En un restaurante para lugareños me alimentan con espaguetis, filete, huevo, salchicha, ensalada, arroz y patatas fritas, pero lo bueno es que todo eso viene en un mismo plato.

El barrio turístico queda al lado del mercado de las brujas, uno de los sitios más emblematicos de la Paz. En él se venden todo tipo de artículos para la gente aficionada a seguir ritos esotéricos, ingredientes para pocimas intuyo que tambien hay porque veo montón de plantas y lo que no son plantas. Cuelgan apiñados de los toldos fetos de llama con pelo y todo, aves rapaces secas, erizos y otros animales natos y nonatos. No me dentengo mucho porque la verdad da grima ver como trocean un fecho de llama en mitad de la calle. Mas abajo se acumulan un montón de peluquerías y como ya me va haciendo falta me dejo pelar en una cualquiera. Llego a la Plaza Murillo cerca de las 18:00 dónde me encuentro a los canarios de Copacabana.
Tengo suerte en poder ver la ceremonia de bajada de bandera mientras un policía se va acercando a la gente para obligarla a permanecer depiés mientras suena el himno boliviano. Cerca de allí esta la calle Jaén que cómo me han descrito los canarios, es cómo estar en una centrica calle de Jaén por todas sus casas coloniales de dos alturas pintadas de colores, sus rejas y ventanales.
Entro a la catedral de La Paz, estan dando misa y me apunto al sermón. Me sorprende que las imagenes son bastantes melenudas, cómo si se hubieran excedido al ponerles pelo natural. Lo cierto es que esta catedral es bastante acogedora, se siente uno muy agusto. Más tarde ceno en un restaurante muy bien decorado a base de mesas y sillas de madera envejecida, plantas y repertorio de velitas, pero que no tiene nada tradicional para comer. Me subo a la habitación dispuesto a aprovechar bien el rato de tele por cable pero en seguida me quedo sopa. Hasta a eso de la 1 cuando me despierta la voz de una mamita andina (es inconfundible el tono de voz de las mujeres que provienen de la sierra y que visten con pollera, con todos los respetos). Le esta agasajando en elogios a un papito, diciendole que ella es la mujer que el necesita, que le quiere de verdad, que ella ha aguantado hasta que él le pegue, que se olvide de otras mujeres, que se case con ella, vamos muy fuerte la cosa. Resulta que los oigo como si estuvieran en mi cama porque las paredes entre habitaciones no juntan con la fachada del hotel. Me duermo y a las 5 de la mañana parece que a los amantes se les ha unido una amiguita, y es cuando decido que es hora de pegarles una voz y dormir lo que me queda de noche.
Como es un tour me vienen a buscar prontito al hostal, para que no me pierda. Vamos haciendo lo propio con los demás hasta que el microbus se llena de holandeses, brasileños, suizos, italianos, japonesa y un español que soy yo. A mitad de subida a la ciudad de el Alto, uno de los holandeses consigue a duras penas aguantar su incontinencia urinaria y llegado un punto suelta un Stop now please! y sale corriendo. Parece joven para estar ya de la prostata. A mi lado va Carmen que es de Suiza y me cuenta que trabajaba para un gran touroperador y vivió en Baleares y Canarias durante unos años. La furgoneta comienza a subir las empinadas rampas de tierra que conducen al refugio de Chacaltaya, una montaña cuyas laderas fueron un intento de construir algo parecido a una pista de esqui.
Desde este punto es impresionante la vista del coloso Huayna Potosi, otra montaña a la que hay que respetar aún más en caso de querer subirla, pero mucho menos aún que al Illimani, conocida por llevarse la vida de muchos montañeros y guías locales, y que es adónde mañana va a partir el otro suizo que viene en el grupo. Logicamente él camina sin problema hacia la cima del Chacaltaya desde el refugio a 5000 metros.
Yo, gracias al chute de hojas de coca que he masticado esta mañana y a la ZorochePil (píldora para el zoroche o mal de altura) parece que no subo mal y doy con el truco de caminar como si estuviera en la luna, porque de otra forma en cuanto das dos pasos te quedas sin aliento. Llama la atención que pesar de que la cima está a 5.400 no hay casi nieve.
Nos vamos recogiendo a la hora que marcó la guía y subimos de nuevo en la combi para volver de nuevo a la Paz y continuar con este apretado tour que ahora nos lleva a el valle de la Luna, otro de esos nombres que seguro que alguien que estudió marketing se debió inventar para promover el turismo en la zona. Es un sitio dónde la erosión sobre la piedra ha ido creando un paisaje de afilados salientes de débil roca entre los cuales otros tantos surcos penetran profundos en el suelo. En lo alto de una de esas torrecillas naturales hay un aymara vestido con su típico poncho tocando la flauta quena y de paso dandóle al lugar el toque místico.
Cuando acabamos el recorrido vamos pasando por el punto dónde está él, osea pasando por caja para darle la propina. Meha gustando tanto ese sonido que le compro una quena con libro de partituras incluido.
Hemos vuelto ya a la Paz, terminada la excursión y camino por la avenida Prado que es la arteria principal de la ciudad. Se te contagia su energía sólo de ver tanta gente apretada caminando freneticamente a la salida del trabajo, la universidad, el colegio. Percibo en ellos alegria y orgullo por ese kilometro de tiendas de moda, conocidas cadenas de fastfood, luces de neón y cuidadisimos jardines que representan la parte de progeso economico,bienestar y modernidad de esta Bolivia, esa parte que peligrosamente pretende ocultar las miserias y carencias tan evidentes valle arriba.
Aún con todo me dejo engañar y olvido lo que se ve en cuanto sales de este centro: me gusta este bulevar, me siento cómo en mi cómoda ciudad, es casi lo mismo, me regodeo. Más allá de estas paradojas, veo grandonas casas coloniales junto a largas escalinatas, jovenes que corren para entrar a la universidad (a las 8 de la noche?), choferes empeñados en atropellarme, promesas de despacho encorbatados. Vuelvo a ir hoy a la plaza Murillo y me encuentro con unos cuantos antidisturbios, las cámaras de prensa pero aún no sé de que va la vaina. Luego veo unos cuantos con cara de 'la vamos a armar' y al poco sale un señor con un casco de minero del palacio de gobierno. És el dirigente sindical, al que no ha recibido no se qué ministro y que rodean los periodistas.
Pregunto a un compadre que tengo al lado y me cuenta que los mineros cuando hacen huelga son peligrosos porque llevan petardos de dinamita. Éste al que pregunto fue policía nacional y dejó el cuerpo después de que ocurriera la crisis en la que el ejercito y la policia se enfrentaron. Fue hace unos años y en ésta misma plaza: los soldados en un edificio y los policías enfrente, a tiro limpio. Me muestra los agujeros de bala que aún quedan en uno de los edificios. No se cómo ha sido la cosa pero al final me he apuntado al megatour de las bicis en 'la bajada más peligrosa del mundo', mañana veremos.

jueves, 2 de agosto de 2007

La isla del sol

Despues de escribir la anterior entrada aquella noche de bajón en Copacabana (Bolivia) , me metí en un bar de esos en los que la gente se sienta en el suelo en cojines. Había una actuación pero llegue tarde así que cogí una guia de Bolivia y me puse a leer. Descubro que (ya me lo había dicho Juan pero no lo recordaba) que se puede ir andando 12 km hasta Yampupata pasando por paisajes costeros con mucho encanto y luego cruzar a la isla del Sol (lago Titicaca) en barca de remos. La dueña del local, argentina, me invita a la cocacola y me cuenta como es la ruta. Entonces, como yo ya había comprado el tour turistico en barco a la isla decido ir en barco pero luego cruzar por mi cuenta a Yampupata y volver andando a Copacabana,una aventurilla.
Al dia siguiente los jovencitos viajerillos nos vamos acercando al muelle y llenando los ferries que van a la isla. No hace mucho frio asique muchos de nosotros vamos arriba , al aire libre. Charlo con unos californianos de SanDiego de origen mexicano. A la francesa que esta al lado mio la atracaron ayer en Copacabana y me persuade de que esta peligroso hacer la ruta andando por Yampupata. No sera para tanto no!.
Al llegar a la parte sur de la isla nos topamos con unas escaleras interminables para subir al pueblo de Yumani. Subo,subo y subo hasta que llego más arriba del pueblo, a un bosquecito de eucaliptus desde donde se ven ambas vertientes de la isla, y tambien las costas peruanas de este lago Titicaca.
Me ha dicho un paisano que en media hora vendría un barco de remos así que empiezo a bajar de nuevo al muelle. Hay bastantes alojamientos en Yumani y todos llevan en su nombre la palabra 'sol'. De bajada me encuentro a dos chavales y resulta que uno es de Yampupata y me recomienda que me vaya al extremo de la isla, donde estan las ruinas inkas porque allí hay mas barquitas para cruzar. Gringuear significa tomar el pelo a los extranjeros dándoles una información errónea, pero de buen rollo, y parece que desde que estoy en Bolivia eso es deporte nacional, bueno tampoco esta bien generalizar. El caso es que me tomo a pies juntillas lo que me dice el pata y voy hacia la punta sur de la isla. De camino otros niños me regringuean, osea me bacilan sobre otra bacilada previa y me dicen que aquella barca alla abajo va a Yampupata, y me pongo a correr como un primo cuesta abajo. Claro, ese barco no va a Yampupata y despues me dicen otros, espera, tu espera en el cabo que ahora viene una. 40 minutos despues abandono la punta sur de la isla porque aqui no llegan barcas ni sirenas. La perdida de tiempo me cabrea sobremanera pero no desisto y bajo de nuevo al muelle donde me ofrecen llevarme por 3 euros. No, no hombre que no es tarde, tardamos media hora en llegar, luego en 3 horas andando estas en Copacabana. Media hora? seguro? si si.
Bueno el chaval que me lleva esta fuerte y parece que sí vamos a llegar aunque sea en 40 minutos. Durante el trayecto él me va 'tranquilizando' más sobre los asaltos en la ruta, me dice que hace una semana robaron a otros, y que no me preocupe que le pida a la virgencita que me llegue para llegar sano y salvo, que tenga cuidado en la parte de bosque de eucaliptos. Luego descubrire que todo fue una exageración y autosugestión.

La última parte de la remada la intento cubrir yo, pero por alguna razón remar aquí resulta más dificil que en el estanque del retiro. Una vez en Yampupata empiezo a andar a toda máquina porque me da miedo que se me haga de noche, son las 14:00. Al poco unos niños que juegan en un todoterreno con un megafono y al verme gritan 'gringo, gringo, bandido!', lo cual no me relaja para nada. Sigo subiendo y sí es cierto que detecto miradas de lugareños nada amables, otros en cambio sí que me saludan amablemente. Es cierto, que por esta zona no están acostumbrados a que los extranjeros pasen por aqui. Me encuentro a unos japoneses y me dicen que no es peligroso y que me quedan 2 horas.
Cuando me veo haciendome con un palo que pueda servirme como 'arma' antes de salir corriendo, además de no creermelo ni yo, me doy cuenta que me estoy sugestionando demasiado con la posibilidad de que me puedan asaltar. Luego mas adelante en la aldea de Sicuani una mamita me dice que quedan 4 horas. Vale, pues corro más. La tirria al viajero se confirma cuando un niño me grita 'gringo gringo' haciendo el tipico gesto como de degollamiento. Jeje, me lo tomo a broma, que bromas tienen los chavales por aqui. Unos paisanos estan intentando encayar una lancha usando cuerdas y me piden que les ayude, lo siento compadre pero se me hace de noche. Mas adelante hay una reunión comunal de los vecinos de una aldea, pues voy a tomar una foto.
De pronto unas mamitas me empiezan a increpar:'no has foto eh, si haces foto danos plata', y una de ellas me tira piedrecitas pero sin intención de escalabrarme.No señora, no, le digo, que somos amigos. Otro lugareño me dice que quedan 45 minutos si cojo 'el atajo'. Que cachondo el tio, cuando voy por la mitad de un puerto con bastante subida me entra el flato por correr tanto y encima no veo atajo ni gaitas, me han gringueado otra vez.
Al bajar, el camino se acerca a la costa y descubro que eso del atajo no es posible porque el camino desde aqui va en linea recta pegado a la costa hasta Copacabana.
Despues de una curva veo a lo lejos los dos cerritos detras de los cuales esta Copacabana. Uff, aunque me duelan las rodillas por lo menos no se me va a hacer de noche, me relajo un poco y me fumo un cigarro disfrutando del paiseje.En la siguiente población intento tomar fotos a otras mamitas que estan secando habas pero recibo la misma ración de piedrecitas a los pies. Si fuera fotografo de National Geographic tendría pasta para unterles y fotografiarles. Afortunadamente para un jeep y un pata me ofrece llevarme a Copacabana y me subo sin pensarlo dos veces. El amigo es mecanico de maquinaria agricola y va camino de la Paz. Al poco recogemos a una hippie inglesa que por la velocidad a la se expresa parece que ha abusado un poco de la marihuana, que malo soy.
Ya en Copacabana lo primero que hago es cambiarme de hostal al Wendymar, en el que estuvo la japonesa, mucho mas economico e igual de comodidades. Es verdad que durante la tarde me he rallado un poco con el tema de los robos, pero tambien los comentarios de la gente contribuyen a ello: hoy empieza una feria internacional aqui y todo el mundo me dice que tenga cuidado porque estan viniendo rateros de Perú para estos días. También las guias de viaje de esta zona siempre insisten en peligros de robo que por ahora nihe visto de cerca. Siesta antes de cenar mientras en la tele dan la 'entrada universitaria' en la Paz, una especie de carnaval. Para cenar me meto una pizza entre pecho y espalda, ha sido un buen día pero tanto esfuerzo hay que reponerlo. Luego me meto en el Nemos, un bareto donde esta a punto de empezar la actuación del cantautor de turno, argentino cómo no. Cojo asiento y al poco llegan dos holandesas que vienen con un venezolano, no no hay problema sentaros aqui conmigo, cabemos. Empiezan a tocar mientras charlamos en spanglish. El barbas de el bar de enfrente entra en este bar tocando el saxo alto en plan aparición estelar sin quitarse el abrigo, detras otro con un saxo bajo, esto quiere decir que forman parte de la banda,muy divertida la escena. Las holandesas han conocido hoy al venezolano, el venezolano quiere conocer más profundamente a una de ellas, y ella creo que se quiere dejar conocer. Dejan de tocar, ahi os quedais que mañana viajo temprano a La Paz, tendra algun efecto ese nombre de ciudad en las personas que la visitan?